lunes, 26 de junio de 2017

SER UN DISCIPULO DE JESUS AYER, HOY Y SIEMPRE

Ayer, vino a mi mente muchas cosas y mi ímpetu, falta de experiencia, una gran y larga lista de adjetivos calificativos, pusieron mi ser en conflicto, en esperanzas y desesperanzas, en la linea roja de contradicciones y lo único que vino a mi mente es: ¿Como ser un verdadero discípulo de Jesús ayer, hoy y siempre?

Un joven le escribió lo siguiente a su novia: “Amor, si este mundo fuese tan caliente como el Desierto del Sahara, yo me gatearía sobre mis rodillas en la tierra caliente para llegar hasta ti.  Si el mundo fuese como el Océano Atlántico, yo nadaría a través de aguas infestadas de tiburones para llegar hasta ti.  Yo lucharía en contra del dragón más fiero para estar a tu lado.  Espero verte el jueves… eso es, si no llueve.”

“Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lc. 14:33).

Dejarlo todo por Cristo no quiere decir abandonar nuestras posesiones y amigos para irnos de peregrinos, ni que debemos partir con todas nuestras posesiones para poder ser discípulos de Jesús. Renunciar a todo lo que poseemos, tampoco es un trueque o un intercambio dar todas las cosas terrenales a cambio de la vida eterna

Desafortunadamente, mucha gente cree que renunciar a todo por Cristo es entregar todas las cosas terrenales a cambio de obtener cosas celestiales. Esto no es de ninguna manera lo que significa.

¿Qué es lo que realmente significa abandonar todo por Cristo?

Renunciar a todo lo que poseemos por Cristo, implica un cambio radical de corazón, esto es, dejar el egoísmo por la benevolencia. En otras palabras “abandonar todo” quiere decir abandonar sin excusa alguna todos los intereses egoístas como el objetivo principal de tu vida.
Dejar todo por Jesús es una rendición absoluta de una vez y para siempre de los intereses egoístas y la gratificación personal como la meta de nuestra vida.

Renunciar a todo por seguir a Cristo significa entrar en la visión, en las intenciones y en los diseños de Jesús para promover la gloria de Dios y los intereses de Su reino.

Abandonar todo por Cristo te pide inevitablemente dejar el principio de ser dueño de ti mismo. Los pecadores actúan siempre bajo el principio de que son dueños de sí mismos. Insisten en su derecho a disponer de su persona como les plazca sin tener que dar cuentas a Dios o al hombre. Cristo aborrece esta manera de actuar. Él les niega el derecho a disponer de sí mismos y los reclama para Él porque en primer lugar fueron creados por Él y luego fueron redimidos por Su sangre. Cristo, por lo tanto, insiste en que los pecadores dejen de contender, en teoría o en práctica, acerca de que se pertenecen a sí mismos y tienen el derecho de disponer de ellos como les plazca.

 ¿Somos Dueños o Mayordomos?

Dejarlo todo por Cristo también implica renunciar a reclamar la pertenencia de cualquier cosa. Esto significa que reconoces que verdaderamente no tienes nada que puedas llamar propio, que todo es de Dios y que tú eres solamente su mayordomo.

Dejarlo todo trae como consecuencia un reconocimiento de corazón y en la práctica del principio de la mayordomía universal: Que todo lo que tienes y eres, tu ser, tu vida, salud, cuerpo, alma, tiempo, tus posesiones y tus amigos, son considerados y utilizados por ti de la manera más provechosa, porque pertenecen a Dios. Como su mayordomo en todo, le entregas cuentas estrictas e imparciales. Esto quiere decir que tú realmente sientes todas tus posesiones como si fuesen de Dios y que no tienes derecho a disponer de ellas sino según su voluntad. Debes sentir eso, así se trate de una granja, de una casa o de cualquier otra propiedad de la cual poseas un título. Te consideras a ti mismo en posesión de éstas cosas sólo como un administrador.

Supón que has vendido tu granja o tu casa; las escrituras han sido entregadas y registradas. A ti se te ha permitido quedarte hasta que el dueño venga o envíe a alguien a tomar posesión. En tal caso entenderías muy bien como deberías considerar la propiedad. Si eres una persona honrada, tú no pensarías en venderla o en disponer de algo de ella, sino por el contrario, en conservarla en el mejor estado para su dueño. En cualquier momento que apareciera o enviara a alguien a tomar posesión, no pensarías en oponerte a su derecho de tomar posesión, pues es suya. Todo el tiempo pensarías, “Esto no es mío”. Esta mentalidad tendría siempre un peso muy especial en tu conducta. Estarías esperando entregar la propiedad en cualquier momento que te lo pidiera el dueño, sin discutir, ni resistir.

Un Cambio Radical de Manera de Pensar

Dejar todo por Cristo implica, en esencia, una manera de comportarse de acuerdo a esta mentalidad que he explicado. Es una mentalidad en la cual tú no pensarías más en disponer de las cosas que posees sin consultar primero a Dios, y quedando satisfecho con respecto a Su voluntad sobre el asunto, así como tampoco pensarías en ir y disponer de los bienes de tu prójimo sin consultarlo. La persona que deja todo, según el sentido del versículo que estamos estudiando, siente con respecto a su prójimo, que sus posesiones son suyas, pero refiriéndose a Dios, su sentimiento práctico y consciente es que estas cosas no son suyas, que no tiene derecho a disponer de ellas, sino según la voluntad de Dios. Exactamente como tampoco puede disponer de las cosas de su prójimo.

Intenciones Correctas

Abandonar todo para seguir a Jesús, significa hacer todo esto por amor a Dios, y no, como he dicho antes, por un principio de trueque o “intercambio”. Debe ser hecho en el mismo espíritu en el cual una esposa que ama a su marido abandonaría todo lo que tiene y lo seguiría al exilio por amor a él, y no porque esperara recibir honores o un premio.

Renunciar a todo lo que poseemos por Cristo debe de hacerse con gozo, no como algo forzado. No debes considerar el dejar todo por Jesús como el menor de dos males, sino como aquello que es correcto, justo, útil y deseable en sí mismo. Es estrictamente justo porque en realidad nada es tuyo, sino que sólo eres administrador de todas tus posesiones. Es por lo tanto, realmente un asunto de estricta justicia el que tú abandones todo lo que tienes en el sentido que se ha explicado hasta aquí. Hazlo porque es lo justo y lo correcto, y por amor a la justicia (no por temor al castigo si no lo haces). Renunciar a todo lo que poseemos para seguir a Jesús implica tú completa consagración a Dios y la de todo lo que tienes y eres: Nada menor a esto está implícito en el versículo que estamos estudiando.

Jesús dijo: “Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.” (Juan 8:31-32).

En estos versículos, Jesús nos está enseñando que si permanecemos en la Palabra de Dios y se nos mantenemos fieles a sus enseñanzas nos convertimos en sus discípulos. El significado de un discípulo literalmente se traduce como “un aprendiz”… denota “el que sigue las enseñanzas de alguien”…. En términos bíblicos, un “discípulo” es un creyente que sigue las enseñanzas de Cristo y sigue Su ejemplo.
Así que el discipulado no es simplemente una decisión de la creencia en algún momento, sino un proceso continuo de seguir y obedecer. Esto significa que debemos leer Su palabra con mucho cuidado y aplicarla a nuestra vida cotidiana. Se nos ordena abandonar cualquier enseñanza que no están de acuerdo con las palabras de Dios como Pablo advierte a Timoteo. “Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar. Porque llegará el tiempo en que no van a tolerar la sana doctrina, sino que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de maestros que les digan las novelerías que quieren oír. Dejarán de escuchar la verdad y se volverán a los mitos.” (2 Timoteo 4:2-4)
El resultado de permanecer en la palabra de Cristo es la libertad, la libertad espiritual de la esclavitud del pecado (Juan 8:32), porque “todo el que peca es esclavo del pecado” (Juan 8:34). La libertad espiritual, intelectual y moral sólo es posible cuando somos liberados de las tinieblas, el pecado, la ignorancia, la superstición y dejar que la Luz del Mundo brille sobre nosotros y en nosotros. “Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud.” (Gálatas 5:1)

No hay comentarios:

Publicar un comentario