lunes, 12 de junio de 2017

LOS FIELES LAICOS, IGLESIA PRESENTE Y ACTUANTE EN EL MUNDO

PORTADORES DE LA MISIÓN DE LA IGLESIA



Jesús vino a nuestro mundo para dar testimonio de la verdad, para dar a conocer la sabiduría y la gracia de Dios, para manifestarnos nuestra condición de hijos de Dios y herederos de la vida eterna.

A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús encomendó a sus discípulos la continuidad de su misión, el mantenimiento y la expansión de este anuncio de salvación.  (Jn 17,18), (Jn 20,21), (Mt 28, 18-20), (Mc 16,15), (Lc 24, 47-48).

Misión laical
Todos los discípulos de Cristo han recibido el encargo de extender la fe según sus posibilidades...  De esta manera, la Iglesia ora y trabaja al mismo tiempo para que la totalidad del mundo se transforme en Pueblo de Dios, Cuerpo del Señor y Templo del Espíritu, y para que en Cristo, Cabeza de todos, se dé todo honor y toda gloria al Creador y Padre de todos.

Cuando hablamos del apostolado de los laicos no debemos pensar en algo diferente de lo que Jesús encomienda a  sus discípulos en general, algo diferente de la misión general de la Iglesia.  La Iglesia como comunidad está constituida fundamentalmente por los laicos, los cristianos comunes que viven en el mundo sin ser del mundo.

Como cristianos, somos lo que significa y produce el sacramento del bautismo en cada uno de nosotros.  El bautismo es el sacramento de toda la vida.

El deber y el derecho de los laicos al apostolado derivan de su unión con Cristo Cabeza.  Incorporados por el bautismo al Cuerpo Místico de Cristo y fortalecidos con la fuerza del Espíritu Santo por medio de la confirmación, son destinados al apostolado por el mismo Señor.

Los cristianos, cuando nos encontramos espiritualmente con Cristo resucitado y salvador, recibimos el encargo misionero.  (Jn 20, 17).

Cuerpo y sangre
La conversión y el cambio de vida, personal, familiar y comunitario, es condición indispensable para que surja la acción apostólica del cristiano.  El anuncio del  Evangelio no busca directamente ninguna eficacia de carácter temporal, sino que busca directamente el renacimiento de la persona a la vida de hijo de Dios, la iluminación de la mente y la conversión del corazón, el cambio de vida, el arrepentimiento de los pecados y el nacimiento a una nueva vida, arraigada en el seguimiento de Cristo y alimentada por el Espíritu Santo.  Esta nueva vida comienza por el reconocimiento de Dios, la gratitud y la alabanza, el amor de Dios sobre todas las cosas.

Jesús eterno y sumo sacerdote


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