Ensayo escrito por: Iván Castro Aruzamen
El
Reino de Dios fue el centro de la predicación de Jesús. Quizá en boca de un
maestro judío como Jesús, podría haberse esperado que hablara de Dios o su
propia persona y hasta poner cierto énfasis en la explicación de la ley. Pero
no. Jesús anuncia el Reino de Dios (Mc 1, 15; Mt 12, 28; Lc 17, 20). Esta
afirmación de la presencia del Reino Dios, queda claro, que está teniendo lugar
en la persona de Jesús y su actuación. Esta actuación de Jesús muestra cómo
Dios está presente de una manera nueva. No hay duda de que un elemento central
de la predicación del reino por Jesús, es su actitud ante las comidas con las
distintas personas y contextos en los que él está presente. Por esa razón, la
imagen más cercana al reino es la de un banquete (Mt 8, 11-12; 22, 1-4; Lc 14,
15-24).
Jesús
y las comidas es un tema recurrente en los escritos del NT. Pero, de una manera
particular aparece en el evangelio de Lucas. Pues, Jesús come en contextos
diversos y con comensales diferentes. Unas veces es invitado y otras anfitrión.
Si bien, como dice Lévi-Strauss de que «el comer es el alma de toda cultura»,
pues esto conlleva una serie de normas que cumplen una función central en toda
sociedad; por tanto, hoy deberíamos cuestionarnos qué¸ dónde y cómo comen
los pobres. Y asimismo los ricos. Como aparece en el evangelio de Lucas, Jesús
se sienta a comer con tres grupos claramente diferenciados: pecadores y
publicanos, fariseos y sus discípulos.
Para
Jesús, el hecho de comer con pecadores y publicanos, en primer lugar, provocó
reacciones escandalizadas y extrañadas, porque esta actitud cuestionaba la
pureza, norma que cohesionaba toda una cultura. En el banquete en casa de Leví
(Lc 5, 27-35), la conversación gira en torno al problema de con quien se puede
comer y cuando hay que ayunar y el lugar para hacerlo. Aquí, Lucas, resalta la
importancia de la transgresión de la norma de parte de Jesús y la comunidad
cristiana, que manifestaba su carácter inclusivo.
Lucas
presenta tres escenas en la que Jesús entra a comer en casa de un fariseo (Lc
7, 36; 11, 37; 14, 1). En todas se desarrolla una conversación de sobremesa;
Jesús se muestra polémico con su anfitrión y sus invitados. Aparece en esta
sección uno de los textos más bellos del evangelio: Jesús y la pecadora, en el
banquete en casa del fariseo Simón (7, 36-50). En este pasaje Jesús es visto
como un maestro y profeta; pero, el momento en que se deja tocar por la mujer
pecadora, rompe las normas de pureza que mantiene a flote las relaciones
sociales. En la perícopa (Lc 11, 37-54)
Jesús muestra el camino que lleva de la pureza ritual a la solidaridad social.
Es decir, se da un paso fundamental de la preocupación por lo exterior hacia la
moral.
En
las comidas con sus discípulos, la enseñanza de Jesús, subvierte los valores
establecidos de su sociedad por los del Reino. Aparece, sobre todo, como una
invitación a seguir un estilo de vida, la vida del maestro. Este es el momento
más importante, íntimo y difícil, de la enseñanza de Jesús. En la cena de despedida
(Lc 22, 14-38), Jesús revela de manera expresa, que es la última vez que come y
bebe con sus amigos antes de su muerte, al mismo tiempo remite al banquete
escatológico: el Reino. Esta enseñanza de Jesús hacia sus discípulos es
absolutamente radical: deben ser servidores a pesar de ocupar un lugar de
honor. Finalmente, la comida en Emaús (Lc 24, 13-35); en este pasaje, Jesús
toma el lugar del forastero, el extraño, pero, que es reconocido por sus
discípulos a través de la acogida. De este modo, quien es reconocido pasa de
ser un extraño a ser huésped, y por tanto, anfitrión.
La
frecuencia con la que Jesús se acercaba a comer y beber, establece la novedad
de que compartir la mesa y comer juntos es participar de la vida en todo su
esplendor. Por eso las escenas en las que Jesús se muestra compartiendo las
comidas trasluce la presencia de Dios, un Dios humano, que promete un futuro
mejor para toda la humanidad. Estamos llamados a compartir la mesa, la comida,
sea mucha o poca, con todos, pero sobre todo con los que menos tienen. En un
mundo como el nuestro, donde el hambre de millones de personas es un flagelo,
no podemos pasar por alto, la pregunta de qué,
dónde y cómo comen los pobres. Dios está presente en la mesa compartida del
pobre.
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