Origen espiritual de nuestro grupo. Desarrollo del carisma propio.
En la primera mitad del siglo XIX, comienza en Italia la "revolución industrial". Su desarrollo es lento y Turín se ve afectado, aunque no directamente. El problema es otro; Turín es la capital de Piamonte y ofrece un gran atractivo a los aldeanos y a los montañeses, que escapan de la pobreza del mundo rural. El fenómeno de la "inmigración" crece de forma desorbitada, en pocos años. Las familias pobres y los jóvenes se encuentran ante un panorama desolador. La población se multiplica y el problema de la "vivienda" hace que los recién llegados se amontonen por calles y plazas, ofreciéndose como mano de obra barata, sobre todo en la construcción. Los jóvenes son los que se ven más gravemente afectados por esta situación: explotados en el trabajo, que a duras penas logran conseguir; sin techo, sin familia, sin escuela y sin ayuda, en una ciudad hostil y extraña. Muchos acaban en la cárcel, tras intentar conseguir lo necesario para sobrevivir.
Primeras intuiciones y primeros pasos
Don Bosco llega a Turín en 1841, recién ordenado sacerdote, y descubre esa triste realidad. Comprueba la necesidad que estos jóvenes tienen de una palabra amiga, de afecto, de calor humano, de amor. No sólo necesitan comida y cobijo, sino una familia, con lo que ésta supone: afecto, presencia amiga, seguridad, alimento, techo, ropa, instrucción adecuada, educación, preocupación por el trabajo... En esos momentos, Juan Bosco empieza a "entender" el "sueño de los nueve años": el Espíritu le mueve a dar respuestas concretas a las necesidades de esa juventud. En un principio, Don Bosco no tiene idea clara acerca del tipo de acción que su vocación le pide; pero sí está seguro de que la Providencia le lleva, gradualmente, a ser "fundador" de obras en favor de los jóvenes. Es consciente de que no puede actuar solo ni conseguir gran cosa... Y busca una posible "unión de fuerzas apostólicas" con las que formar una 'familia'. Así nace en Turín la "Obra de los Oratorios", en la que trabajan sacerdotes, madres de familia, seglares ricos y pobres, jóvenes y adultos.
Muy pronto ve Don Bosco la necesidad de distinguir dos tipos de colaboradores: “los que pueden disponer de sí mismos y se creen llamados se agrupan en torno a él, en una vida de comunidad... (Llegando a ser religiosos); los demás, los 'externos", viven con sus familias, pero continúan en la "Obra de los Oratorios". Los primeros se agruparán en la "Pía Sociedad de San Francisco de Sales' y se llamarán "Salesianos"; los segundos, lo harán en la "Unión o Congregación de San Francisco de Sales" y se les llamará "promotores o cooperadores", unidos a los Socios (los religiosos) para actuar en favor de la juventud pobre y abandonada. Hasta ese momento, la dedicación de todos ellos en favor de los muchachos es exclusiva. Pero la Providencia va sugiriendo a Juan Bosco la preocupación por la juventud femenina. Basándose en un grupo de jóvenes de Mornese, animadas por María D. Mazzarello, funda con ellas, en 1872, el "Instituto de las Hijas de María Auxiliadora". De este modo, queda configurado el proyecto fundacional de Don Bosco: los tres grupos iniciales forman una "familia espiritual" diversificada en sus componentes, pero fuerte e íntimamente unida en su dedicación plena a la juventud pobre y abandonada y a las clases populares. Esta familia espiritual tiene un carácter único y peculiar. Don Bosco aparece así como el iniciador de una experiencia de tipo carismático original, constituyéndose en punto de referencia obligado para todos los que, desde cualquier estado y condición, intentan seguirle.
He aquí unas palabras de aliento del Pd. Angel Fernandez SDB, para continuar con nuestra vocación de Salesiano Cooperador.
Mensaje a los Salesianos Cooperadores del Rector Mayor Pd. Angel Fernandez, marzo 2017.
Salesianos Cooperadores SA.DO.SA., enero 2013 |
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